Soy pesimista, muy pesimista. Pero es el único estado en el que consigo lo que me propongo. No me conformo con lo que tengo ni con lo que soy, veo lo que es erróneo y lo cambio, por lo menos lo intento.
Ahora estoy inmersa en una de esas etapas en las que la depresión te arrastra hasta fondo, y piensas que te ahoga. Mi estado de ánimo es un lastre, me hace caminar lento, cabizbaja. Pero camino.
Es extraño, odio sentirme tan mal, pero al mismo tiempo la tristeza me impulsa a restringir, con lo que pierdo peso y acabo sintiéndome bien. Algo hay mal en mi cabeza para que esto ocurra.
Estas fiestas he engordado unos dos kilos, ha sido el revulsivo que necesitaba para expulsar todo lo que me sobra. Se dice de los adictos a sustancias que necesitan tocar fondo para conseguir recuperarse. Parece que es lo que me sucede a mí, tengo que engordar para darme cuenta del desastre y así bajar de peso.
No estoy haciendo nada dástrico, no estoy ayunando. Estoy comiendo algo menos, nada de alcohol ni comida frita. Intentaré por todos los medios evitar los atracones, nunca se consigue vaciar el estómago por completo.
A veces me pregunto si no sería mejor pedir ayuda, pero entonces pienso que jamás seré delgada. Nunca he pesado menos de 53. Quiero pesar 50, pero se hace tan lejano...